Fotografía: Juan Pablo Carrillo
Ese día decidí usar el anillo que mi mamá me había regalado con un poco de dolor; es que ese anillo se lo había encontrado hace varios ayeres, como si estuvieran destinados el uno para la otra. Empezando por el hecho de ser anillo (su accesorio favorito), es dorado (le encanta lo dorado), y además pende de encima una minimoneda con un cangrejo (su signo zodiacal)… Recuerdo (desde que recuerdo) a mi mamá con ese anillo puesto en el dedo meñique, pensaba que le traía suertecita. Le pregunté – ¿por qué me lo das? Siendo que claramente se le veía la cara de tapujo con la sonrisa encajada, y pues resulta que ya no le queda porque los años se acumulan en las manos también.
En fin, me vestí de reina, me puse mis tacones favoritos Pepe Jeans con bigoteras y flecos, el vestido negro de H&M que mi Ale Campos tuvo a bien convencerme de comprar, porque tengo el problema, como la mayoría de los seres humanos, de no aceptarme tal y como me tocó venir a este mundo, llena de curvas cóncavas y convexas; y es que las faldas lápiz me reencantan, pero pensaba que no eran para mi (en el fondo lo sigo pensando) y aún así me lo compré, escuchando la voz sabia de mi Ale diciéndome -“le va a gustar mucho a tu bae”…y sí, eso pasó.
Caminé hacía la puerta y decidí regresarme, en primer lugar porque me faltaba algo con qué taparme, entonces sólo descolgué de mi perchero la chamarrita de plastipiel que me saca de todos los apuros, a la par que la bolsa animal print que había usado la noche anterior; y en segundo lugar, tenía la sensación de que me faltaba algo de ondita. Abrí mi closet, y como maná en el desierto, mi blusa tipo babydoll de terciopelo rosa, brillaba irradiando rayos de luz y voces angelicales, evidenciando que era mi salvadora y la indicada.
Entonces corrí poniéndome mis lentes favoritos rayban carey porque la luz no espera y Juan Pablo tampoco (nocierto, sicierto), para tomar las primeras fotos de 2017 de Nelly Flor.
A veces escribo como merolico.