Fotografía: Juan Pablo Carrillo


Generalmente hacemos amuletos de la suerte, prendas que nos acompañaron en un momento positivamente importante en nuestra vida, y este no es el caso de nada de lo que traigo puesto esta vez, pero sí lo que me motivó a vestirme así para estas fotos y escribir de ello.

Hace aproximadamente un año,  me encontré, navegando por la red, la imagen de una chava comiendo una suculenta hamburguesa, papas y malteada de cereza (yo digo que era cereza), traía puesta una chamarra de mezclilla atiborrada de parches, entonces tuve un flash back a un par de años atrás, cuando recibí la llamada de mi mejor amigo preguntándome si quería quedarme con su chamarra de la suerte, a lo que yo, estúpidamente respondí, -“ahorita no gracias”… motivo por el cual, hoy me jalo las trenzas del coraje, porque era la chamarra más padre de la historia, porque también era de mezclilla, con un corte amplio, tal y como se usaba en los 90 y que ahora regresó con toda su fuerza, y llena de parches también, pines y agujeros rellenos de historias maravillosas de campamentos y de personas increíbles con quienes mi mejor amigo había pasado grandes hazañas (me gusta esa palabra).
Esa chamarra hoy le pertenece a algún vagabundo listo que le aceptó la donación a mi amigo, y quien hoy, sin conocerlo es el  ser humano a quien más envidia le tengo en el universo. 
Ahora que decidí hacer mi propia versión, Inditex  tuvo a bien arruinármela porque en cualquiera de sus tiendas encuentras prendas con parches y pines en su intento por copiarle las ideas a Marc Jacobs… aunque ninguna tan padre y tan llena de chácharas como mi chamarra que pesa muchísimo; tanto que ya puedo entender lo que sentía el tío Gamboín.
Ah sí, y el vestido, pues en realidad fue uno de mis regalos de cumpleaños, lo que lo vuelve especial; y aunque es cero mi estilo, fue como ponerme un cacho de la increíble personalidad de alguien más… o sea, de la maravillosa mujer que me lo regaló (¡GRACIAS!).



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