Hacía mucho tiempo que no me sentaba a escribir con el fin de dedicarle mis letras a esa bella parte de la humanidad cuyo genero denominamos y determinamos bajo el sustantivo masculino, y es que además de que la mayoría de mis lectores son del sexo contrario, desarrollo con mayor fluidez temas de interés para mis colegas mujer.
Sin embargo, hoy decidí hacerlo diferente, de manera que estoy colocando la punta de uno de mis pies afuera de los señalamientos de mi zona de confort con los riesgos expuestos y las esperanzas dispuestas para que usted, joven, señor, caballero, también sea blanco de este blog, para lo que intentaré, espero… con éxito, captar su atención.
Nací bendita entre grandes hombres como mi papá, mis abuelos, mis tíos, mis primos y mi súper hermano, por lo que sé bien que realmente a ustedes les gusta la moda tanto o más que a nosotras puesto que me consta que utilizan productos de belleza igual o más que muchas de nosotras; y ni hablar de las veces que alguna obra de arte en cualquiera de sus expresiones, ocasionalmente les ha impactado emocionalmente obligándolos a contener el llanto como a nosotras; o perder noción del tiempo en profundas y trascendentes conversaciones entre amigos discutiendo de autos y deportes, alterándoles la frecuencia cardiaca tanto como a nosotras (obviamente estoy intentando ser hilarante con esto último), entre otras cosas, pareciera que también existen pruebas de algunos vestigios de humanidad dentro de ustedes… como en nosotras.
El motivo de la ambigüedad con la que hago mención de los varones, es dejar en evidencia las infinitas ocasiones en las que damos por hecho que por haber nacido con el sexo al descubierto, sus acciones y reacciones, gustos y devociones deberían de ser o no ser de tal o cual forma.
Por eso me gusta un montón existir en esta era, porque la revolución sexual en el mundo de la moda está jalando parejo. Con toda sinceridad, no tengo ni la mínima intención de emitir comentarios y juicios positivos pero mucho menos negativos acerca de las controversiales pasarelas en las que algunas marcas como Dolce & Gabbana, Balenciaga, Alexander McQueen, Comme des Garçon, Acne Studios, entre algunas otras, han tenido el buen tino de presentarnos en sus colecciones, invariablemente, elementos sorpresa.
Pareciera entonces que los directores creativos ya no sólo tuvieran la gran misión de diseñar prendas increíbles sino también contarnos historias donde el gran atractivo deja de ser simplemente el hecho de que aparezca ese joven caballerito quien se hace bien llamar «Pretty Boy», o algunas otras celebridades que levantan olas de polémica, o modelos andróginos con apariencia alienígena, como extraídos del futuro con peinados despeinados y vestidos con prendas de talla extra como de los años ochenta, sino que además tienen un buen producto y crean todo un ambiente a su alrededor, provocando sensaciones que se trasladan en el mismo, sembrando en lo más profundo de la mente de sus consumidores la semilla del deseo por adquirirlo, haciéndolos sentir merecedores de ese “NO SE QUÉ” que la marca les otorga.
Todo lo anterior, no es de ninguna manera una declaración de protesta, realmente no juzgo a nadie cuando los sorprendo con una pieza de lujo, porque con toda sinceridad creo que deja de ser una elección superficial cuando en sí es un acto meditado que atiende a una necesidad de poseer arte más que estatus.
La pregunta es, a usted mi amigo, ¿qué lo mueve?