Aunque sé perfectamente que la insulinoindependencia es como un sueño (tal vez no muy lejano), Héroe ha tratado de persuadirme desde hace varios años ya, para que por lo menos intente darle una oportunidad a una microinfusora de insulina, y es que sinceramente me provoca pánico la idea de llevar al “Tamagotchi” para todos lados (incluso a donde el rey va solo)… pero siendo sincera, tampoco es taaaan raro, pues con mi smartphone también ando del tingo al tango y no me estorba, es más, es una extensión de mí, sin embargo mi teléfono es socialmente aceptado y la bomba de insulina, para empezar por su nombre ya saca de onda y para terminar es como un bíper, lo cual no sería raro si estuviéramos en 1996, peeeero no.
¿Qué tal que al chatito que me gusta, le dejo de gustar?, ¿qué tal que se espanta?… o ¿qué tal que ya no voy a poder usar ropa pegada?… mucho menos ombligueras. Las clases de yoga, los partidos de tocho y de frisbee ahora serán un rollo porque el Tamagotchi es resistente, pero ¿hasta qué punto?… tal vez todas estas ideas son NADA comparado con las ventajas que me traerá esta terapia, pues ciertamente es lo más similar a la acción que lleva a cabo un páncreas completamente sano. Administrará la insulina que necesito a lo largo del día en relación a un plan diseñado especialmente para mí.
El gran incentivo es la libertad que me dará para comer lo que se me antoje cuando quiera, dormir, bailar, manejar, jugar tocho, en fin, vivir y poder despedirme del pánico de comenzar a sentir la aterradora debilidad, el sudor frío, las taquicardias y temblorinas, el hambre voraz y todo lo que representan los bajones de glucosa, así como también de las plumas y las jeringas.
Vienen cambios para mí, mucho por estudiar y aprender. Te mantendré informad@ de esta nueva etapa como insulinodependiente.