Suficientemente incómodo te sientes contigo mismo cuando recién te diagnostican como para aguantar los hastíos de la gente que te rodea, y conste que no me refiero a quienes te quieren e intentan hacerte la vida más ligera, aunque también. Es cuestión de respirar hondo y restarle importancia al cambio, lo cual suena más fácil de lo que es, sobretodo cuando llega la hora de comer.
Cuando todo comenzó para mí, me pasó que tuve que empezar a dar explicaciones en la mesa a mi familia y amigos del por qué me tenía que inyectar en la barriga o en las piernas, y es que como ya lo he mencionado, la mayoría de la gente ignoramos el tema.
La explicación ahora es muy sencilla, pero entonces, ni yo entendía muy bien qué me pasaba, pero sí o sí tenía que inyectarme antes de comer lo que fuera (bueno, carbohidratos), y pues mi familia y amigos, tragaban saliva e intentaban poner cara de “no pasa nada”, pero cuando tenía que hacerlo en un lugar público, yo misma me aliaba con mis cuates para que hicieran aspavientos mientras yo me inyectaba por debajo del mantel. Habían otras veces que yo no lo pedía, pues comenzaba a dominar como karateca el arte de inyectarme en 5 segundos, y una muy querida amiga, con toda la inocencia del mundo, hacía algún comentario chusco como “No, no gente, no se está drogando”, y yo sólo quería que me tragara la tierra…
A veces para evitarme los bizcos de las personas en lugares públicos me escabullo al baño, otras, cuando forzosamente lo tengo que hacer a la vista del mundo, he logrado dominarlo como truco de magia; lanzo una pregunta casi capciosa al aire, de manera que la gente pone toda su atención en lo que va a responder y yo, a lo que voy, en un chasquido ya hice mi cuenta de carbohidratos y un piquete veloz.
Con el tiempo tanto mi familia, como amigos y conocidos lo llevamos de una manera más natural, pero ahora, nuevamente estoy por comenzar mi tratamiento con una microinfusora de insulina (a la que llamaré Tamagotchi, aunque es un poco más ostentosa y compleja), pues Héroe lleva picándome las costillas con la idea hace más de 7 años, y yo por cuestiones de estética, me hago la que la virgen me habla, pero la realidad es que cuento con un seguro de gastos médicos que me cubre el 90% de los insumos y tengo que aprovecharlo y valorarlo, porque no todos tienen esa gran oportunidad, sin embargo es un terreno desconocido y tendré que idearme la manera de pasar desapercibida, porque la realidad es que lo que más nos pone los pelos de punta a los que tenemos esta condición, es provocar bizcos y ojos saltones, sobretodo a la hora de comer.