Cuando mis dientes de leche se terminaron de caer, tomaron origen algunos de los problemas con los que mi autoestima se comenzó a lacerar; y es que si bien la apariencia física cuando eres niño en realidad no nos aqueja porque carecemos de prejuicios, somos sumamente afectados por la opinión de los adultos, entonces repetimos lo que ellos dicen, y ahí es donde los males del mundo comienzan a ocurrir y todo empieza a descomponerse.
Puedo presumir, aunque realmente no me enorgullece para nada, que desde los 10 y hasta los 14 años de edad utilicé aparatos de ortodoncia para corregir la chuecura de mis dientes. A esa edad era muy normal y hasta “fresco” llevar esas cosas bien puestas; sin embargo después de casi 4 años, no se reflejaban importantes mejorías sobre todo si comparábamos la estética de mi dentadura contra el estado de cuenta del dentista, que evidentemente nos estaba estafando… bueno, a mis apás, por lo que decidieron pedirle que me quitara los metales de la boca.
Este hecho influyó directamente en mi manera de ver el mundo, específicamente a los médicos y personas encargadas de la salud, puesto que tienen nuestra vida en sus manos y eso incluye nuestras billeteras, tal vez no sería mala idea que las clases de civismo y ética no terminaran en los años de educación básica, tal vez deberían de ser materias que tuviéramos que cursar por el resto de nuestras vidas. También tengo que aceptar con la mirada gacha, que por los siguientes 15 años, mis dientes ocupaban el número 1 en mi lista de defectos físicos que me gustaría cambiar.
Fue hasta que tuve independencia y autonomía económica que acudí con mis propios medios a ponerle remedio al asunto; asumí las consecuencias de una boca permanentemente herida y pagué la renta que demanda un tratamiento de ortodoncia durante 3 años, pero esta vez con una profesional.
Estaba en esas de sentir satisfacción por finalmente tener una dentadura perfectamente alineada cuando en medio de una conversación con mi amiga Alexia Ávila, por un momento todo alrededor se congeló y el único sonido que percibía era el de mis pensamientos repitiendo las palabras de mi amiga: “a nosotros los actores, nos da mayor credibilidad y aceptación con el público tener una dentadura naturalmente imperfecta”… entonces pensé en Gael Garcia – check, su charolastra Diego Luna – check, keira knightley – check, Felicity Jones – check… entonces pensé, yo no soy actriz, pero tal vez durante toda mi vida viví engañada y motivada por los parámetros de belleza impuestos por quien sabe quien, ¡maldita seas Televisa!… invertí un dineral en mejorar mi apariencia física, cuando bien pude haberme ido a viajar o donarlo a una fundación altruista, o yo qué sé…
Ahora me está dando vueltas por la cabeza blanquearme los dientes… volteo los ojos hacia arriba porque no tengo remedio.